Implicaciones generalmente desconocidas que impactan en nuestra vida.
-Antecedentes-
En el fresco caminar por la vida hay momentos en los que todo parece estar en armonía, misma que intuitivamente sentimos permanente, algo como escuchar un bello concierto en el que la música fluye vibrante y necesariamente nos lleva felices a movernos a su ritmo. De repente todo se decolora y aparece la preocupación. Así, aspectos que hemos aceptado creer como naturales –pero no deseados- hacen presencia en nuestra vida: accidentes, dolores, limitaciones, enfermedades, decrepitud. La vida no vuelve a ser igual, o eso sentimos nosotros, afectados por la sorpresa; por el impacto. ¿Qué pasa después?
Somos lo que hemos aprendido, y con el bagaje adquirido vamos interpretando la vida a cada paso. Parece que todo ya está escrito o decidido por “expertos” que amablemente –y aún sin haberlos consultado- nos ofrecen su consejo previsor para ayudarnos. Y así entendidas las cosas, damos por hecho que nos enfrentamos a un caso ya más que puntualizado en sus detalles, a los cuales sólo hay que aplicar las recetas. Las consecuencias no tardan en presentarse. Nos sentimos como quien va en la fila para subirse a la Montaña Rusa en un parque de atracciones, no sabemos a ciencia cierta que pasará al abordar el carro; pero no se ve cómodo ni halagador el trayecto; lo que fácilmente corroboramos al observar el estado de los que descienden de los carros que han completado el viaje. Así, ¿qué pasa después de un accidente, de una enfermedad o cuando aparece la decrepitud? ¡Definitivamente la vida no vuelve a ser igual!
Entonces, nos enfrentamos a lo temido, a lo desconocido… ¡Terra ignota! Igual que en los antiguos mapas nos encontramos en una auténtica tierra desconocida, para la cual –por lo mismo- ¡no estamos preparados! ¿Qué hacer entonces?
Depende de cada persona, grupo social y circunstancia; pero en todos los casos convendrá haberse preparado de antemano en lo posible. De eso deseamos tratar aquí y ahora.
¿Prepararse para ser decrepito? ¿O para ser discapacitado? Hay que hacer distinciones, pues hay infinitos matices. Primero distingamos entre decrepitud y discapacidad. La decrepitud se inicia con una creencia arraigada: “El anciano es por naturaleza un ser decrepito”. Esta errónea creencia está fundamentada incluso en el concepto que describe el diccionario:
decrepitud
1. s. f. Extremo grave de decadencia física o mental debido a la vejez.
2. Suma vejez en plena decrepitud se obsesionó por cambiar el testamento. chochez
3. Decadencia extrema de las cosas la decrepitud de las expectativas de cambio se deja ver en las conductas de las gentes. declive
Gran Diccionario de la Lengua Española © 2016 Larousse Editorial, S.L.
decrepitud
f. Suma vejez.
Chochez (calidad).
fig.Decadencia extrema de las cosas.
Diccionario Enciclopédico Vox 1. © 2009 Larousse Editorial, S.L.
decrepitud (dekɾepi'tud)
sustantivo femenino
1. vejez extrema con disminución de facultades Temía profundamente la decrepitud de la vejez.
2. (Antonimo de apogeo) decadencia extrema Le dolía la decrepitud del antiguo edificio de la estación.
Copyright © 2013 K Dictionaries Ltd.
¡No! No tiene que ser el anciano un ser decrepito, ni caminar progresivamente a ese estado. ¡No! Definitivamente: ¡No! Así –como algo natural- nos lo han enseñado y así lo hemos entendido y aprendido. ¡Por eso de ancianos nos convertimos en seres decrépitos! Aprendimos que esa era la verdad, que eso es natural, ¡que así debe ser! Aquí está la clave de la situación. Ya lo aceptamos y estamos naturalmente esperando por lo mismo que se instale en nuestra vida. ¡Craso error!
La evidencia nos arroja: La mayoría de los ancianos son decrépitos. Y esto es así, porque han sido programados para serlo. ¿Quién los programo? Su marco de referencia, sus creencias, decretadas y aprendidas –sin contradecirlas o cuestionarlas de forma alguna- por la educación que han recibido, por las tradiciones celebradas en sus comunidades desde tiempos inmemoriales. Siempre es algo adquirido, algo que se decreta desde afuera, lo decretan “otros”. Tenemos una tendencia –una grave necesidad- de dar más importancia a lo externo, que a lo interno. Por lo mismo dar un golpe de timón y redirigir la propia nave será la única solución; aunque la tarea de desaprender (y desobedecer) sea ardua.
Para tener bienestar en nuestra vida debemos regresar al control interno, retomar nuestro propio poder, el mismo que hemos cedido a los demás. Lo más frecuente es que no sepamos ¿Cómo? y ¿Cuándo? cedimos ese poder. Eso ya no es importante, lo esencial, lo imprescindible es recuperarlo de inmediato. La fuente del bienestar está dentro de nosotros. Nosotros en nuestro estado original somos bienestar puro y total. No encontraremos nuestra plenitud afuera de nosotros. Ceder a otros nuestro poder es desde luego decretar nuestra propia esclavitud.
¿Cómo retomaremos nuestro propio poder y con él nuestra plenitud?
Regresando a nuestro interior, rigiéndonos desde nosotros mismos.
Esta vital y sana reflexión da tiempo para su asimilación y continuará…
ÍÎÏÐ Ë ÑÒÓÔ
Autor: Fernando Jorge García Asomoza.
Tzakapu, Michoacán.