Guardar todo lo brillante, por su atracción.
Y también lo opaco.
De mi Amado Abuelo paterno Don Edmundo aprendí a guardar todos los sobrantes limpios y ordenados para un uso posterior, que se presumía siempre habría y que sería la solución rápida a un problema y un ahorro también. Así fue que lo vi guardando el lacito que ataba los paquetes que llegaban a su casa. Los clavos que sacaba de la madera y no estaban oxidados, los pedacitos de mangueras reparadas… Todo en su cosmovisión era útil y tendría convenientes usos posteriores. Y con ese ejemplo yo también he guardado muchas cosas, demasiadas. ¿Bueno es esto? Quizá sí en tiempos de mi Abuelo en donde la revolución social que le tocó vivir en su adolescencia y juventud hacía que no fuese ni fácil ni posible conseguir muchas cosas. También es cierto que había que sobrevivir con lo que estaba a la mano.
Ahora vivimos tiempos muy diferentes a los de mi Abuelo y esta costumbre de recoger y guardar todo ¡literalmente todo! lo que llega a mis manos es altamente perniciosa. Parezco no tener remedio para ella. Especialmente mi taller malamente abunda en cosas que son ya inservibles pero que están durmiendo en cajones, cajitas, bolsas y estantes en espera de su momento de salir a escena. ¡Ja! Prefiero reírme que llorar.
No pocas veces me he propuesto limpiar mi taller de todo lo que ya no es conveniente que ahora este ahí. Muy poco éxito he tenido en esa acción. He leído el imprescindible libro La magia del orden de Marie Kondo y mucho me ayudó a comprender esa salud y buena energía de no guardar lo inservible… Pero después de un tiempo se me olvida y vuelvo a las andadas.
Deshacerse de lo que ya no funciona, de lo que ya no es útil en nuestro momento y en nuestra vida es algo necesario, es más ¡es algo vital!
El polvo es lo primero que atora la energía benevolente, de ahí la necesidad de la limpieza constante y a fondo.
Esta higiénica reflexión busca compartir mi esfuerzo renovado y que nunca terminará por deshacerme de lo que ya no es y no debe estar en mi vida, en mi persona y en mi entorno.
Habrá quien tenga que deshacerse del cónyuge, del reloj, o de los bastones rotos…
Muchas cosas nos impiden avanzar en todos los sentidos, caminos y momentos de la vida. Es muy importante darse cuenta de ello de manera oportuna y desecharlas.
Una buena cantidad de costumbres nos estorban y hacen mucho daño, fuera ellas igualmente.
Y es necesario decir que algunas personas también llegan a ser dañinas y debemos sacarlas valientemente de nuestra vida. Sí, hay que evitar que nos drenen la energía, nos distraigan y provoquen la perdida de nuestro tiempo.
Así las cosas hay que ser inteligentes como los pájaros córvidos de larga cola y plumaje negro brillante, pero no tomar de ellos la terrible manía de guardar en su nido todo tipo de objetos brillantes e inútiles.
Vivimos en un arcoíris de caos.
Paul Cézanne
Y a todo lo a favor del orden expresado aquí debo añadir que será muy conveniente a manera de equilibrio gozar de una sana dosis de caos. ¡Je! ¡Je! Quizá por eso, por la integración de los opuestos condimento mi vida y mi espacio funcionando como urraca en muchos momentos. Y si no ¿para qué tengo manos también?
El caos es un orden aún por descifrar.
José Saramago
ÍÎÏÐ Ë ÑÒÓÔ›
Autor: Fernando Jorge García Asomoza.
Tzakapu, Michoacan.