Donde va nuestra atención, allá va el Yo del espíritu…
Ceferino Correa se machucó un dedo y cayó de golpe en la realidad. Toda su atención se fue al dolor y pensó dolor es lo único que hay.
Conforme se disipaba el dolor se dio cuenta de que su atención se volvía a posar sobre tantas cosas, su atención se dispersaba. ¡Ah! se dijo así mismo: Voy a concentrar mi atención tal cual lo hace una lupa con los rayos del sol adquiriendo harta fuerza. Es que Ceferino tenía esa divina luz que le aportaba su origen yucateco.
Resuelto a lograr ese su objetivo a Don Cefe le hervía la cabeza.
¡Mare ninio!, ¿cómo es que no se me había ocurrido antes? Se volvió a decir a sí mismo. Y puso Espíritu a la obra.
"La puerta del Espíritu se abre hacia adentro."
ÍÎÏÐ Ë ÑÒÓÔ
Autor: Fernando Jorge García Asomoza.
Tzakapu, Michoacan.